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Rococó

por | Nov 2, 2025 | Didácticos | 0 Comentarios

El Rococó fue un movimiento artístico que se desarrolló en Europa durante la primera mitad del siglo XVIII, especialmente entre 1720 y 1770. Surgió en Francia, como una evolución y en cierto modo, una reacción del Barroco tardío, que se caracterizaba por su grandiosidad, dramatismo y carga emocional.

El Rococó, en cambio, apostó por la ligereza, la elegancia, el refinamiento y el placer estético, alejándose de la solemnidad religiosa y política que había dominado el siglo anterior. En el ámbito pictórico, este movimiento se vinculó estrechamente con la vida cortesana y con el gusto de la aristocracia ilustrada, que buscaba el arte como fuente de placer, coquetería y evasión.

Origen y características generales

El término “rococó” proviene de la palabra francesa rocaille, que significa “concha” o “guijarro”, en referencia a las formas ornamentales usadas en la decoración interior de los palacios franceses, inspiradas en la naturaleza, con curvas asimétricas y motivos marinos. Este estilo, inicialmente decorativo y arquitectónico, pronto se trasladó a la pintura, la escultura y las artes aplicadas.

En pintura, el Rococó se distinguió por:

  • Paletas suaves y luminosas, con predominio de los tonos pastel: rosados, celestes, dorados y cremas.

  • Composiciones dinámicas y gráciles, llenas de movimiento y elegancia.

  • Temas galantes, mitológicos o pastorales, con un enfoque sensual y mundano.

  • Una representación idealizada de la vida cortesana, donde el amor, el juego y el ocio eran protagonistas.

  • Una luz difusa y envolvente, que aportaba un aire de ensueño y superficialidad.

El Rococó reflejaba un cambio de mentalidad: la sociedad aristocrática del siglo XVIII, especialmente en Francia, buscaba en el arte la belleza por la belleza, el deleite visual, la frivolidad y el placer estético. Este gusto hedonista se manifestó con especial fuerza en la corte de Luis XV, y encontró su máxima expresión en los salones parisinos, donde se reunían artistas, filósofos y damas de la alta sociedad.

"El triunfo de Venus" de françois boucher

«El triunfo de Venus», 1740, de  François Boucher, «Museo Nacional de Estocolmo»

Principales representantes del Rococó europeo

El máximo exponente del Rococó pictórico fue sin duda Jean-Antoine Watteau (1684-1721). Su obra marcó el inicio del estilo con una delicadeza única.

Watteau creó un género nuevo, las llamadas “fêtes galantes”, o “fiestas galantes”, escenas de elegante diversión al aire libre donde personajes refinados se entregaban al amor, la música y el placer.

En cuadros como Embarque a Citerea (1717), la atmósfera vaporosa y melancólica, el cromatismo delicado y el tratamiento poético de la luz definen el espíritu rococó.

Aunque breve, su carrera influyó profundamente en los artistas posteriores.

"Embarque a Citerea" de Jean-Antoine Watteau

«Embarque a Citerea», 1717, de Jean-Antoine Watteau  «Museo del Louvre»

Tras Watteau, el estilo se consolidó con François Boucher (1703-1770), pintor favorito de Madame de Pompadour, la célebre amante de Luis XV.

Boucher encarnó el espíritu más sensual y decorativo del Rococó. Sus escenas mitológicas como, «El triunfo de Venus» o «Diana saliendo del baño», están llenas de sensualidad, cuerpos suaves y colores pastel.

Su pintura, brillante y ornamental, se convirtió en símbolo del refinamiento cortesano de la época.

"Diana saliendo del baño" de François Boucher

«Diana saliendo del baño», 1742, de François Boucher  «Museo del Louvre»

Otro nombre fundamental es Jean-Honoré Fragonard (1732-1806), quien llevó el erotismo y el dinamismo del Rococó a su máxima expresión.

Su cuadro El columpio (1767) es una de las obras más representativas del movimiento: una joven, impulsada por su amante, se balancea en un jardín, mientras su zapato vuela al aire en un gesto de coqueta libertad.

Fragonard combinó la vivacidad cromática con un espíritu juguetón y audaz, anticipando incluso algunos rasgos del Romanticismo posterior.

Junto a ellos, destacan Jean-Baptiste Greuze, con sus escenas moralizantes y familiares, y Élisabeth Vigée-Lebrun, retratista de María Antonieta, que aportó elegancia y sensibilidad femenina al retrato cortesano.

En Alemania y Austria, el Rococó se manifestó con artistas como François de Cuvilliés (más arquitecto que pintor) o Giovanni Battista Tiepolo, veneciano que trabajó en la corte bávara y elevó la pintura decorativa a un nivel monumental, con frescos luminosos y de composición aérea.

"El columpio" de Jean-Honoré Fragonard

«El columpio», 1767, de Jean-Honoré Fragonard «Colección Wallace», Londres

"Copia del Autorretrato de Elisabeth Louise Vigée Le Brun"

«Copia del Autorretrato de Elisabeth Louise Vigée Le Brun», 1865-1874

El Rococó en España

En España, el Rococó tuvo una implantación más tardía y moderada, influida tanto por la tradición barroca local como por el contacto con la corte francesa de los Borbones.

El cambio dinástico, con la llegada de Felipe V y sus sucesores, introdujo en el país el gusto francés, que se reflejó en la arquitectura, las artes decorativas y, por supuesto, la pintura.

Uno de los primeros pintores en adoptar el nuevo estilo fue Luis Meléndez (1716-1780), aunque su especialidad fue el bodegón, le llevó a un terreno más sobrio y naturalista.

Más próximo al espíritu rococó fue Luis Paret y Alcázar (1746-1799), considerado el auténtico pintor rococó español. Paret fue un artista refinado, influido por Watteau y Boucher, que representó escenas cortesanas, fiestas y paisajes urbanos con una técnica minuciosa y un colorido alegre. Obras como La tienda o La Puerta del Sol de Madrid combinan la elegancia francesa con un sabor netamente español. Su obra fue precursora del costumbrismo madrileño y del gusto por la observación social que más tarde desarrollaría Goya.

"La tienda" de Luis Paret y Alcázar

«La tienda», 1772, de Luis Paret y Alcázar «Museo Lázaro Galdiano», Madrid

"La Puerta del Sol de Madrid" de Luis Paret y Alcázar

«La Puerta del Sol de Madrid», 1773 de Luis Paret y Alcázar, Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba

Otro artista clave fue Ramón Bayeu, cuñado y colaborador de Francisco de Goya, quien también realizó cartones para tapices de tono amable y rococó en la Real Fábrica de Tapices de Madrid.

Es precisamente en esos primeros cartones de Goya donde se puede rastrear la herencia rococó: escenas alegres, llenas de color y luz, representando diversiones populares, juegos y paseos campestres.

Aunque Goya evolucionaría hacia el Romanticismo y la crítica social, sus inicios se nutren de ese espíritu ligero y festivo heredado del Rococó.

También es necesario mencionar a Antonio Rafael Mengs, pintor de cámara de Carlos III. Aunque fue un neoclásico convencido, su influencia ayudó a la transición entre el Rococó y el Neoclasicismo en España.

Su contacto con artistas italianos y su estancia en la corte madrileña consolidaron un gusto más sobrio, que acabaría desplazando las frivolidades rococó a favor de la moral y la razón ilustrada.

Decadencia y legado

A medida que avanzaba el siglo XVIII, el Rococó fue perdiendo fuerza. La Ilustración y el surgimiento del Neoclasicismo impulsaron un arte más racional, moral y austero, en consonancia con los nuevos ideales de virtud cívica y retorno a la antigüedad clásica. Sin embargo, el Rococó dejó una profunda huella: su refinamiento técnico, su búsqueda del placer visual y su atención al detalle decorativo influyeron en la pintura, el diseño y la moda durante décadas.

Hoy, el Rococó se valora como un movimiento que, más allá de su aparente frivolidad, supo capturar el espíritu de una época de lujo y ligereza antes de las convulsiones sociales que transformarían Europa. Fue, en suma, el último resplandor del arte cortesano, una celebración de la belleza, la sensualidad y la elegancia que aún fascina por su encanto efímero y su exquisita sensibilidad.

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